Se trataba, en un principio, de ofrecer algo más, un contenido extra, como en los viejos DVD en los que venían también algunas tonteriítas de regalo: escenas descartadas, entrevistas con los actores, los comentarios del director, etc.
Tenía incluso una larga lista de ideas.
Pero ya se ve que no.
Quizá más adelante.
De momento, las reseñas.
La primera la firma Jesús Cuenca Torres en Propera Parada: Cultura. Habla de Magritte y El hijo del hombre, habla de boceto hiperrealista y pone MIERDA así de grande y contundente, todo en mayúsculas.
Está aquí.
Eugenio Fuentes en La Nueva España utiliza varias veces el verbo DINAMITAR y a mí eso me mola. Me mola más todavía viniendo de Asturias, que es donde yo debería empezar 2013. Menciona además la palabra TETONCÍSIMA y eso casi me vuelve loco. Pero loco para bien.
Lo de la dinamita me ha recordado a Tremendous dynamite, esta bonita canción:
Me he pasado toda la mañana escuchándola y escuchando otras canciones de Eels.
Entre eso y que he tenido que contestar un mensaje de la entrada anterior, me he acabado poniendo nostálgico y tontorrón.
Me he acordado de hace mucho, mucho tiempo, y de Cosas que los nietos deberían saber, la biografía de ese señor con barba que canta y dice que es el hombre lobo.
Tiene gracia porque su padre es el que tiene la culpa de todo.
O casi.
Su papá, el papá del señor barbudo, fue Hugh Everett III, el primero físico que planteó, dentro de la mecánica cuántica, la existencia de infinitos universos paralelos.
Pero nadie se lo tomó en serio.
Así que dejó la física teórica y se puso a trabajar para el Pentágono. Ayudaba a fabricar armas nucleares.
Su vida aún iba a dar un último giro. Abandonó la administración pública y montó una empresa de informática. Se hizo multimillonario.
Bebía demasiado y no paraba de fumar, comía como un auténtico cerdo.
Un buen día reventó en su dormitorio. Su hijo barbudo y cantante fue quien encontró el cadáver.
Podríamos simplificar y decir que se sentía frustrado por no haber conseguido el reconocimiento como científico que merecía.
Pero no, a partir de los años 70, se le empezó a tomar muy, muy en serio, a él y a su teoría de los infinitos universos paralelos.
Lo de Hugh Everett III no fue un suicidio diferido.
A Hugh Everett III le daba igual morir. Prefería fumar, beber y comer. Sabía que de hecho ya había muerto miles, millones de veces antes, pero que aún seguía vivito y coleando en un número infinito de universos muy parecidos al nuestro.
Hugh Everett III creía en la inmortalidad cuántica.
m también.
m es una historia de universos paralelos.
Nunca está de más insistir en esa idea:
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